La gran gira de Hammerfall.

Durmiendo, así estaba Bombur, cumpliendo con su abnegado trabajo, consistente en la dura labor de abrir la pequeña oficina de la NAF en Karak-Drak. Todos los días como un clavo, a la misma hora que los herreros comenzaban a forjar el metal, Bombur abría la puerta de la oficina, todos los días comprobaba que el repetidor de cabalvisión funcionaba, todos los días sonreía satisfecho viendo que no había gente esperando a la puerta y todos los días se echaba a dormir hasta la hora de cierre, al mediodía, momento en que iría a la taberna Snorri a comer y a regalarse una buena cerveza por un duro día de trabajo.

Aunque nunca iba nadie a su oficina, Bombur sabía que en su fortaleza había un profundo interes en el blood bowl. Al menos en el deporte en sí, en karak-Drak hacía tiempo que se consideraba a la versión de la NAF simplemente una versión aniñada, para que jugasen los humanos. Ellos participaban en su propia competición. La Dungeon Bowl, se llevaba toda la atención mediatica, normal, a los ojos de un enano tenía mucha más emoción jugar en un campo formado por tuneles, en vez de hacerlo sin nada sobre tu cabeza. Es más, muchos de sus conciudadanos aún se preguntaban como hacían los norses para no caer hacia arriba.

Así que para Bombur, se le hizo la vida un filón de oro, cuando le comunicaron que le destinaban a la oficina de su ciudad fortaleza tras la jubilación del venerable Aghar. Por cien martillazos de Grungni, que feliz había sido ese día, los 20 años en la oficina de Sjoktraken, junto a los humanos, habían sido por fin plenamente justificados.

Sin embargo, hoy era el día en que “todos los días…” tenía que cambiar…

-¡¡¡ABUELO DESPIERTA!!!

Esa fue la señal, ese fue, como decidiría más adelante Bombur, el momento del cambio. Dos palabras, una entonación y un cambio de ritmo en su vida, cambio que empezó a notarse de inmediato. Frente a la calma anterior, el veterano enano, en apenas unos segundos, estuvo inicialmente apoyado con sus pies en el borde del mostrador y con las patas traseras de su silla sujetándose en el suelo; inmediatamente fue un equilibrista que mostró al mundo como mantenerse erguido sobre las dos patas de silla antes mencionadas; un segundo después conquistó solo con la ayuda de su propia sorpresa, sin magia por medio, el espacio al ser el primer enano levitador del viejo mundo, y ya para finalizar, se convirtió en el enano de casi 110 años más rápido que existía al recorrer el espacio que le separaba del suelo en la mitad de tiempo que los demás, ya que tenía que recuperar el tiempo perdido levitando.

A esta explosión de velocidad le siguió la saturación de sus sentidos. El universo de Bombur se convirtió en un cóctel de dolor absoluto, indignación surgiendo de sus entrañas y señales intensas que entraban por sus oídos, señales que le recordaban en demasía a carcajadas estruendosas.

Y tras el ojo del huracán, de nuevo la tormenta, la explosión de velocidad. Acero moviéndose bajo el gastado uniforme, una mano callosa que agarra por el mango al “recibidor de visitas indeseadas”; una mole de más de 100 kilos de enano irguiéndose, mientras su otra mano coge el sombrero de empleado enano de la NAF – consistente en un recio y funcional casco enano con el trofeo de la Blood Bowl grabado en la frente – y lo coloca en su posición tapando unos ojos que lanzan relámpagos. Un trueno que se desata en la sala cuando el “recibidor” termina de dibujar un arco sobre la cabeza del enano, y posa su extremo superior hexaédrico de 5 kilos sobre el mostrador. Y un rugido final que surge de lo más profundo de la ira enanil.

- ¡¡¡QUÉ QUIERES!!!